(Dedicado a Guillén González, que sí me representa)
De repente suceden un montón de cosas y casi todas interesantes (empezando por el impacto del último post y este microdebate en Facebook). Y ya, con esa salida de tono de Podemos, que deja de ser autonomista para convertirse en soberanista (gracias a la magia de su último documento político, «Lurte»). De Podemos escribiré en otro momento. Ahora me interesa exponer cómo el cuñadismo se arroja sobre la pobre tierra noble para decirle muy clarito: «Aragón es España».
Ser independentista en Aragón nunca ha sido fácil. Ahora funciona más como etiqueta, como una idea barata que soltar en Twitter. Pero detrás de esa idea, hay mucho trabajo, hay coherencia con una cultura política que viene desde los tiempos de la Joven Guardia Roja, y que responde a defender el derecho a decidir de todos los pueblos del mundo, autoorganizados, con conciencia nacional y con anhelos de transformación social. Todos podemos jugar para no quedarnos fuera del debate: soberanismo, aragonesismo, confederalismo, poder popular. Y por eso, las estrategias son lo que son, adaptables a los contextos y a las personas. Aragón no es Euskal Herria ni Catalunya. Aquí hay que formar a la gente y por eso, a veces, suceden estos debates tácticos. Pero el final ha de ser el mismo: la autodeterminación. Seguiremos con la película, que no llego a todo.
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