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Aragonando

Blog aragonés de pensamiento anticolonial

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violencia simbólica

Hipnosis

Una cosa es pitar un himno y otra quedar hipnótico ante lo que viene siendo habitual: una final de la Copa del Rey de fútbol, a la que llegan el Barcelona y un equipo vasco, ofreciendo ambas aficiones una pitada que a algunos ofende. Así están las cosas. El cuñadismo españolista salta a degüello por las redes sociales, utilizando su retahila clásica: «que no jueguen, que se jodan (son españoles), que suspendan el partido». Algunos aluden al sacro himno, con sesudas faltas ortográficas: ipno, hino… no sé…, algo hipnótico.

El elemento central y más objetivo sería el del respeto a los símbolos del Estado. Algo muy edificante y demasiado pestoso como para no dedicarle unas líneas. Cuando el respeto no es recíproco ocurren cosas como esta de las pitadas: si no te dejan votar, si pisotean contínuamente tus derechos colectivos, si lo español se asocia a corrupción y caspa… Pero ya llueve sobre mojado con estos temas (leer Sin ir más lejos), y poco queda por plantear. Las trincheras están excavadísimas. Lo del respeto aparece como un embudo que oculta las miserias de un proyecto estatal que muchos quieren finiquitar. El recurso al respeto suena a lloriqueo, pataleta social, de nacionalistas asimilados y contentos, incapaces de aceptar que la realidad es otra.

Simplemente Piqué

El señor Piqué hace y dice mucho para ser un hombre de fútbol, un ámbito en el que quedar bien prima por encima de la sinceridad y coherencia. Este jugador, declaradamente catalanista, y a favor de la consulta catalana, ha protagonizado una larga lista de desaires hacia el simbolismo españolista. O al menos eso dicen desde la caverna cuñadista. Ahora salta el tema por una manga recortada en la que aparecía la bandera española. Antes, por una supuesta peineta cuando sonaba el himno. Por sus gestos. Por ir a una mani para reivindicar el poder votar. Siempre hay algo. Todo esto es una muestra de la debilidad simbólica del nacionalismo español, al que solo le queda la coerción: “que no venga”. Jajajaja. El señor Piqué se ha plantado y el Mundial de 2018 será el de su retirada. Le toca por edad. Y por cansancio mental. Está claro que lo mejor es ser un hipócrita y tragar con todo. En Aragón, aún estoy esperando algún episodio de estos: ha llovido mucho desde unas declaraciones que hizo Alberto Zapater. No pasa nada porque Juanjo Camacho luzca la rojigualda con los colores del Uesca. Y aún pasa menos, o ya diez años del último partido de la selección absoluta de fútbol. Piqué y Catalunya están en otra galaxia, arrebatando hegemonía, con razón o sin ella.

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Identidad en Cambrils

Un país raro el catalán. Estuve la semana pasada de vacaciones por Cambrils y pude disfrutar de la agradable dualidad en la que se cierne la dialéctica centro-periferia en el estado español. Agradable por imágenes como esta:

Pero extraña también. Los chiringuitos estaban llenos de camisetas de la selección estatal, algo normal, pero la saturación visual era excesiva. Por otro lado, pasear por estos lares con la camiseta de la selección aragonesa es exótico, por muy extraño que parezca: miradas raras como si fuese la camiseta del Magdeburgo y alguna cómplice (aragoneses veraneantes). En todo caso el consuelo es corto, conversaciones entre catalanes, una chica habla en catalán, el hombre en castellano. Hasta ahí todo normal, la cuestión es que cuando el hombre quiso interpelar sobre que eran de Lleida y demás, pasó a hablar en un correcto catalán. Un señor de mediana edad que hablaba con sus hijos en castellano. Y ya de colofón identitario os paso una imagen de nuestros vecinos de parcela, colonos y orgullosos (por el Mundial claro está):

El elefante y la mosca

Esta es la fábula del elefante y la mosca, que vivían en idílica y conflictiva relación. El elefante, mamífero por excelencia, pasivo, gigante, se deja “putear” consciente de su fortaleza. La pequeña mosca, activa y constante en su esfuerzo, trata de molestar al elefante, que encima no le deja salir de su territorio, volar en libertad. Ella, tiene que mostrar continuamente sus armas, su identidad, si no fuera así, desaparecería ante la gigantesca masa animal del elefante, el cual, cuando se emborracha o alegra en exceso, tiende a la prepotencia, y hace cosas raras, vanagloriándose de su fuerza, riéndose a carcajadas de la mosca, que ve su libertad cerca pero algo intoxicada. Esta es la fábula de cuando el nacionalismo español, el que no existe, exhibe su banalidad, ante moscas periféricas como la aragonesa.

303 años de la Nueva Planta

Podría copiar y pegar el post del año pasado ya que las sensaciones son tan parecidas que parece que vivimos un eterno día de la marmota. En un día preparado para sufrir otra exaltación nacionalista más, si España ganara a Portugal en los octavos de final del Mundial. Es lo que hay, la blogosfera calla ante esta fecha y las organizaciones sociopolíticas más de lo mismo (ni TA, ni CHA, ni su Fundación 29 de junio, ni BIC ni nada). La crisis en la agenda de unos, las fiestas campestres en otros y la incapacidad en algunos. Viento en popa al absolutismo español. En bandeja de plata.

Sobre aragoneses y catalanes

Palabras de José Aced sobre su experiencia al llegar a Barcelona en los años veinte del siglo pasado…

Los dueños me trataban bien, aunque no tanto algunas clientas que con desprecio me llamaban castellanufo. Les corregía diciéndoles que no era castellano sino aragonés.

– ¡Ah, bueno!, los aragoneses son buena gente.

Algunas me decían:

– Los catalanes y los aragoneses somos como hermanos.

José Aced, Memorias de un aragonesista, Zaragoza, 1997, p. 23. Citado en PEIRÓ, Antonio, Miguel Alcubierre. Testimonio de la emigración y el exilio, Zaragoza, REA, 2009, p. 24.

Este extracto viene a colación de tantas y tantas palabras dedicadas a las relaciones catalano-aragonesas o aragoneso-catalanas. Sea por los bienes esos, el agua aquella, el archivo de la Corona, los agravios, las lenguas, los estatuticos y olimpiadas varias. Comentaba Purnas hace poco que el desconocimiento catalán de la realidad aragonesa es casi universal, aunque los problemas residen en cosas pequeñas, menores, y el enémigo suele tener otra centralidad (española-madrileña en este caso). Aún con todo, el subconsciente colectivo en los años veinte dejaba a los aragoneses en buen lugar, hermanos, pueblos hermanos. Lo de castellanufos lo dejamos para el cubateo de garrafón.

Hispanidad y aragonesidad

Casi todo queda lejos de la aragonesidad plena. Y no hablamos de jotas. Hace un tiempo leía que la Red Aragonesa de Espacios Escénicos (que aglutina administraciones de los cuatro niveles -nacional, provincial (sic), comarcal y municipal- para mejorar la oferta cultural) programó un 39% con artistas aragoneses, un 53% con estatales y un 8% vinieron de fuera del Estado («La RAEE reúne a treinta técnicos culturales en San Juan de la Peña», Diario del Altoaragón, 15.05.09).

Y de la acción de algunos al silencio de otros. El banderón colonial ya no está en la plaza de Aragón. Tierra Aragonesa informa que fue retirado gracias al procedimiento que abrieron con el Justicia de Aragón. Y también gracias a la presión y movilización social de la coordinadora «Española, au d’astí». Esto vuelve a demostrar la vigencia de la doble vía a la hora de atacar y sacar frutos del españolísimo sistema. En todo caso, grata noticia que reconforta un tanto a espacios anticoloniales como éste. Las multas que iniciaron el incendio socio-mediático siguen su curso. Habrá que estar vigilante.

Volvemos con el embudo de Banarus

Muy bueno el post de hace unos días en Desde Banarus, comentando la ley del embudo y el cruce de declaraciones entre el presi del Barça y el de la región cántabra (Revilla). Y como los medios generan su opinión y marcan los límites de lo bueno y lo malo. El «radical» Joan Laporta es independentista, con cuernos y malo maloso. El que conozca a Laporta sabe lo que piensa desde hace años. En cambio enfundar la camiseta del Sevilla F.C. con los colores de Ejpaña, eso es lo natural, porque, claro, «todos somos ejem». Pues no es así. E insistimos en «no me siento español ¿y qué?». Pero la banalidad de los nacionalismo centrales ejerce de probeta, de ciencia exacta, en la que todo lo no-estatal, es digno de diván, cárcel, ilegalización o radicalismo de serie B. Así son. Pero para eso estamos. En los blogs, en la calle o en la tertulia del sábado. Por eso, agradezco a Laporta su sinceridad, ya que quien avisa no es traidor.

Post Data: genial foto del «apolítico» presidente del Real Madrid junto a José María Aznar el sábado pasado. Las matan callando.

No me siento español ¿y qué?

Empatizo con el blogger Al este del Moncayo por su post-anécdota «Identidades nacionales divergentes», y también por extractos como este…

Yo me puedo sentir lo que me dé la gana, nadie me puede imponer mi identidad por Ley. Obligarme a sentirme español es igual que la obligación Franquista de una identidad sexual hetero o la obligación de una identidad religiosa cristiana. Estamos hablando de identidades. Y cada uno desarrolla su propia identidad en muchos ámbitos. Y, precisamente, en la diversidad de las identidades de todas y todos es donde radica la riqueza cultural, la pluralidad y la madurez de una sociedad. Ese fue el argumento central que mantuve en toda la conversación.

Todo independentista, soberanista, no-español de la vida, o periférico de pro, tiene que sufrir de forma más o menos frecuente la opinión inquisitorial de los españoles, sanos y ufanos, amigos nuestros, padres, madres, hermanas, novias y novios, compañeros de copas o de trabajo. «Es lo que pone en tu DNI». Te jodes y punto. Le tocó a nuestro compañero de fatigas pero la banalidad de ellos nos tiene que hacer más fuertes. Hay que responder con inocente naturalidad: no me siento español ¿y qué?

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