El Buñuel tendría que quedarse para siempre. Eso es así. Vivimos en una mala distopía hace años. Y ahora le toca luchar al tejido social y comunitario de Zaragoza. Por un espacio emblemático, por y para todas. Una forma alternativa de hacer sociedad, que molesta a los poderosos. Azcón lo tenía claro, y envuelto en la trampa de la legalidad, nos quiere cerrar este Centro Social. Hay una orden judicial y un sinsentido absoluto. El pasado sábado, más de tres mil personas manifestándose contra su cierre. No es poca gente ni mucho menos.
Siento que la distopía de Huxley se presenta casi de cuerpo presente en pleno siglo XXI. Un mundo feliz en el que nadie quisiera leer libros, o donde se trivializara todo y así no podríamos distinguir la verdad de la mentira. Los derechos, de las obligaciones. La jaula de oro perfecta. En un mundo de pasatiempos y ocio, ¿quién estaría dispuesto a tomar las armas? ¿a resistir? ¿quién defiende las causas justas?
Nos toca a nosotras. Por eso, espero que la cuenta atrás del Buñuel sea un mal sueño. Proyectos como el que gestionan son un ejemplo de esperanza y dignidad en este mundo de víboras que nos ha tocado vivir.