No tiene ninguna gracia que el antifascismo genere odio. Y esto viene pasando desde hace un tiempo en el fútbol. Si, ya sé, blablabla. Pero es así y hay que decirlo. Algunas prestigiosas gradas de la «izquierda combativa» han tomado la palabra para cosificar Aragón en toda su plenitud. Gracieta, provocación, da igual. Domingo tras domingo y desgraciadamente para el que escribe esto, en Donosti, Iruña, Eibar y algún campo más, la aragonesofobia trasladada a una visión distorsionada de Zaragoza y su paisanaje se disparan. La impotencia de no poder «matar al régimen» se traslada en una doble estereotipia hacia Aragón, que si ya sufre la colonización del españolismo (interna y externa), ahora algunos vienen a recordarnos, entre risas y mofas, lo que ellos pretenden que seamos.
«Putos vascos, os vamos a matar». «Puta España, puta selección, puta Aragón y puta Zaragoza, me cago en la Virgen del Pilar». Unos y otros demuestran en la grada sus odios y fobias. Y también los desconocimientos. El fútbol siempre ha tenido ese punto bizarro de desahogo popular. Al fin y al cabo, por los campos pasan rivales de toda condición y pelaje y nuestra sociedad es un vertedero de identidades de todo tipo. No va de esto, pero por aquí os dejo mi relato sobre la rivalidad Uesca-Zaragoza, que va de fútbol y también cuento sobre las cosas importantes de verdad. Es de 2019, pero no está envejeciendo mal.
Algún buen amigo como Alejandro lo pasa mal con estas cosas. Sobre todo cuando se proclama por las redes cuál es la mejor hinchada del mundo. Para encontrarla, igual hay que acudir a las gradas de la bella Italia, donde discernimos entre el aficionado-medio, del equipo de su ciudad, y los tifosi, ¿afectados por el tifus?, que nos enseñan a amar y odiar a partes iguales. Todo esto y más lo estoy leyendo en Unico grande amore (Toni Padilla, 2023, publicado por Panenka), un delicioso viaje geográfico, histórico y futbolero por las tierras de la multidiversa bota del stato-nazione italiano. Desde un caza de fabricación soviética pintado con los colores de la Atalanta hasta la eterna rivalidad Genoa y Sampdoria, pasando por el supremacismo neofascista de la grada del Verona -nido de avispas contra todo lo que venga del Sur-. Da igual. Los napolitanos proclamando que «Giuletta é na zoccola» y mil provocaciones más.
El fútbol está irreconocible. Casi en todo. Ya casi nadie se acuerda que en los ochenta el Ligallo Fondo Norte fue fundado por aragonesistas de izquierdas. Los primeros ultras del Zaragoza. Al tiempo se colaron los nazis y acabaron por controlar la grada y a provocar entre las hermandades que había con otros clubes. Sí, también con Osasuna. Nadie se quiere acordar ni tampoco recordar. Pero el antifascismo debería ser otra cosa, y no un exabrupto de fin de semana en un campo de fútbol. Todo queda ridículo. Por eso lo dejo aquí.
A finales de diciembre fallecía Eloy Fernández Clemente, con 80 años a sus espaldas. Toca recordarlo como figura clave que fue y sigue siendo del Aragón actual. Eloy como inspirador y promotor, un papel clave en la construcción colectiva de Aragón durante los últimos años de la dictadura franquista. Ahí queda su rol como fundador y director de la revista Andalán o la dirección de la ingente Gran Enciclopedia Aragonesa (1978-82), cuya versión online desapareció misteriosamente en 2022.
En octubre fui a ver con mi padre el documental «Labordeta, un hombre sin más». Muy interesante, por el recorrido biográfico que narraba y emocional para gente como mi pai, quien votó al PSA en 1977. Ahí estaba Eloy, que fue el principal mentor de José Antonio cuando lo destinaron a Teruel. Al salir del cine, hablamos de Eloy. Sabía que se encontraba delicado de salud, tras sufrir un ictus.
Sus referencias siempre estaban ahí. Recuerdo alguna charla suya, hace tiempos, con la Fundación Gaspar Torrente. Y también su optimismo federalista, que le llevó a escribir un libro titulado Ante Cataluña, justo en el torbellino del referéndum, un recopilatorio de buen rollo que dejaba poco margen para la solución del derecho a decidir. Elegí una cita suya para cerrar un ensayo que publiqué en 2019 sobre Aragón, historia e identidad nacional. La dejo por aquí y cerramos este breve homenaje al profesor Eloy:
«La emoción puede llegar a ser un valor revolucionario» (1994).
Escribimos esto justo el día que detonan la torre icónica de la central de Andorra, lugar donde nació Eloy.
Desde que era un niño, siempre me han interesado los mapetas. De todo tipo y condición. Por eso, cuando el otro día, me encontré con este tweet-mapa de Comarkup, una sonrisa se dibujó en mi rostro. Una infografía que se ha hecho viral y que representa los brutales desequilibrios demográficos aragoneses. Ya se sabe lo que representa Zaragoza en peso poblacional. Más de la mitad del censo aragonés. Al ver el mapa, con sus 33 rampantes comarcas nos queda una huella invisible en algunas, que no llegan ni a una persona si Aragón tuviera 100 habitantes -el objetivo visual de la cartografía-. Por cierto, la delimitación comarcar tiene ya dos décadas largas de gestión… Ahí lo dejo.
Y aquí la distorsión y quizás la paradoja. No creo que cambiaran mucho las cosas. La realidad es tozuda cuando hablamos de despoblación y desequilibrios. Pero si en vez de ese mapa comarcal, usáramos uno que comenté hace un tiempo en este artículo, la percepción visual sería diferente. Allí se planteaba un mapa con Alto Aragón, Aragón Medio, Bajo Aragón, Ibérica Sur, Ibérica Norte y Zaragoza. No sería la Arcadia feliz pero las conclusiones a nivel socioeconómico cambiarían. Regiones para masificar renovables, polos de concentración humana, vacíos para la porcinización, zonas de esquí y fiesta especulativa… Dejo la turra, ya que al final nos queda poco para que ese medio habitante que no aparece cuando aplicamos una regla de tres, se convierta en la nada absoluta. Y entonces, no habrá mapa que contenga nuestro lamento.
«Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones», nos decía Durruti. El antifascismo es lucha por la libertad. Y mi último post de este año va dedicado a ello, a un libro y a una idea.
Mi lectura del 2022 es, del principio al final, Antifascistas, de Miquel Ramos. Por todo, y ante todo, por compromiso. Una historia de la extrema derecha española y de cómo se le combate desde los años 90. Este libro está siendo un éxito total -mientras escribo esto lleva tres ediciones, además de una versión en catalán-. Publicado por Capitán Swing, una editorial interesante, de la que ya disfruté en su momento del clásico Nacionalismo banal (Michael Billig).
Un librazo, que me marca, igual que lo hizo en su momento el documental Los Antifascistas, de 2017, dirigido por Patrick Öberg y Emil Ramos, intenso y crudo.
Por aquí no voy a redactar una reseña. Eso sí, el recorrido del libro es muy completo y rico, con el contexto estatal por delante, en el sentido de entender el poso franquista que no se quiso depurar en la Transición y a partir de ahí, todos los delitos, ataques y propuestas desde la extrema derecha hasta nuestros días. Con un punto de inicio bastante doloroso para Miquel (Guillem Agulló) y con muchos, demasiados casos archivados, que generan una sensación de impunidad para los fascistas de todo tipo y condición.
En mi caso, muchas notas apuntadas, algunas por recordar y otras descubiertas en esta lectura: desde Rostock en 1992 a los nazbols, con una vuelta por las Bases Autónomas o los orígenes de Casa Pound, Blood & Honour, movidas interesantes como la de El Cabanyal o los orígenes de grupos como Kortatu o Los Chikos del Maíz. Lecturas y enlaces que descubro (crimenesdeodio.info), guiños a Zaragoza en su lucha antifa (el Hogar Social Las Fuentes), ampliaciones conceptuales que inspiran sobre islamofobia. O los clásicos de Todo es ETA, la dialéctica combate contra pedagogía y mil cosas más, que no caben por aquí.
Todo bulle. Y me parece genial. Así que, leed, somos mayoría. Formación y organización.
Con Fran Escribá serán 16 los entrenadores que ha tenido el Real Zaragoza en 9 temporadas en Segunda. Casi da a 2 técnicos por curso. Este dato ya es concluyente de por sí. Suele repetirse el mismo guión, antes de diciembre, cese y cambio de entrenador. Con perfiles de todo tipo, de históricos y buenos conocedores del club (Víctor Fernández, Victor Muñoz o César Laínez), apuestas jóvenes con poca experiencia (Carreras, Idiákez, Baraja o Carcedo), otros bregados en la categoría (Alcaraz, Paco Herrera, JIM) y tipos random como Agné o Popovic. De todo un poco. Alguno me dejo, pero da igual, no voy a ser exhaustivo.
Todo esto forma parte de la insoportable historia del Real Zaragoza, desde que bajó a Segunda en 2013. Un «drama social» con actores, interesados, protagonistas y relatos de todo tipo. He escrito algún post sobre este equipo -mi club de siempre- y ahora lo centro en ese espejo deforme que devora entrenadores y que nos embelesa con un pasado que ya no pasa, entre Recopas e historias varias -de ahí la imagen que he elegido para ilustrar esta historieta-. Por ello y para repensar en el aquí y ahora, tan líquido y posmoderno, me he entretenido en mirar (comparar) trayectorias y títulos de los 21 clubes contrincantes del Zaragoza este año. Y el espejo vuelve a reirse de nosotros.
ALAVÉS
Subcampeón de la Copa de la UEFA. 17 temporadas en Primera. 4 campeonatos en Segunda (37 temporadas).
ALBACETE
7 temporadas en Primera. 25 en segunda.
ANDORRA
Debuta en Segunda esta temporada. 17 temporadas en Segunda B.
BURGOS
2 temporadas en Segunda. No confundir con el Real Burgos.
CARTAGENA
Fundado en 1995. 5 temporadas en Segunda.
EIBAR
27 temporadas en Segunda. 7 en Primera (primer ascenso en 2014).
GRANADA
Subcampeón de Copa. 26 temporadas en Primera y 33 en Segunda.
HUESCA
2 temporadas en Primera. 10 temporadas en Segunda.
IBIZA
Fundado en 2015. Debutó en Segunda la temporada pasada.
LAS PALMAS
34 temporadas en Primera y 32 en Segunda. Subcampeón de Liga y de Copa.
LEGANÉS
15 temporadas en Segunda y 4 en Primera.
LEVANTE
38 temporadas en Segunda y 16 en Primera.
LUGO
12 temporadas en Segunda.
MÁLAGA
7 temporadas en Segunda y 17 en Primera. El equipo histórico estuvo 31.
MIRANDÉS
9 temporadas en Segunda.
OVIEDO
40 temporadas en Segunda y 38 en Primera.
PONFERRADINA
10 temporadas en Segunda.
RACING
36 temporadas en Segunda y 44 en Primera. 1 subcampeón de Liga.
SPORTING
50 temporadas en Segunda y 42 en Primera. 1 subcampeón de Liga y 2 veces de Copa.
No es un post casual. Escribimos sobre el futuro de la icónica chimenea de la central de Andorra:
Con una altura de 343 metros, su función básica era facilitar el tiro de combustión de las calderas y reducir el impacto ambiental de los humos, ya que diluía los gases a gran altura. La descripción de la central la tenéis en el SIPCA. Salen hasta las torres de refrigeración, las que detonaron el pasado 13 de mayo.
La chimenea es la segunda estructura de hormigón más alta de todo el Estado. Y su impacto visual es contundente, masivo, desde hace cuatro décadas sobre todo el Bajo Aragón Histórico. La central se cerró en 2020 y su desmantelamiento avanza inexorable.
El artista aragonés Miguel Ángel Arrudi ha propuesto que la chimenea se reconvierta en una especie de teleférico panorámico, que ofrecería unas impresionantes vistas de todo el Bajo Aragón. El proyecto se llama «Cautivos del olvido» y plantea unos colores muy llamativos para resignificar el espacio. Del revuelo creado y las propuestas, os paso este artículo de Isabel Traver en elDiario.es.
Una buena amiga, criada y con muchos vínculos en Andorra, me contaba la frustración de todo lo relacionado con la demolición de la central. Algo que inicialmente no importó mucho a la sociedad andorrana, pero que conforme pasaba el tiempo ha generado algún que otro lloro. Sus amigas de la cuadrilla justificaban su desaparición, «creará empleo el hecho de demolerlas», un blablabla perfecto que nos sitúa en la máxima de siempre: This is Aragón.
Los posicionamientos a favor de conservar la torre son variados, desde la Plataforma en Defensa de la Central Térmica hasta Teruel Existe, pasando por Rolde de Estudios Aragoneses o Apudepa. El patrimonio industrial no interesa a la Dirección General de Patrimonio Cultural, como tantas cosas. La heteronormatividad manda. Diría que en Aragón es el gran olvidado a nivel de protección (Averly nos duele a todas).
Así son las cosas y así las escribo. Con unas categorías tan amplias para catalogar nuestro patrimonio cultural, sorprende la desidia, ya que no solo hay que proteger por motivos estéticos o históricos, basta viajar por Europa para darse cuenta de esto. Tenemos que contar a las próximas generaciones la historia del carbón y de la minería en Aragón, que quizás se pueda visitar otro icono como la entrañable térmica de Aliaga. Que el paisaje de Andorra viene reconfigurado por ese gigante. Que una transición justa va más allá de lo económico… Tantas cosas, que al final no tendremos nada que contar. Sólo fotos y videos rancios.
Lorenza, Narcisa, Inocencia, Josefa, Julia, Isidora, Melania, Felisa, Andresa y Leonor. Y también Martín. Todas con nombres y apellidos. Asesinadas de forma atroz. Hace un mes, tuvieron su homenaje, en una zona muy castigada por la represión franquista, en las Cinco Villas.
La labor de CHARATA y CHAMA, entidades memorialistas, ha sido determinante para la recuperación, investigación, exhumación y dignificación de estas víctimas. Como siempre, un gran trabajo que aún no ha terminado.
Nuestras Trece Rosas aragonesas. Hay tantas, el odio y la impunidad es universal. Fueron encontradas en el cementerio de Farasdués. Diez mujeres, vecinas de Uncastillo. Todas tenían vinculación con militantes de izquierdas durante la II República, es decir, a través de sus parejas o de su compromiso vital. Fueron perseguidas hasta su exterminio. Se sigue buscando, más fosas, más víctimas. Recordamos que este 20 de octubre se aprobó la Ley de Memoria Democrática, la cual puede marcar un antes y un después en este tipo de actuaciones de reparación y justicia.
Y aprovecho la ocasión para recomendar un libro, una novela histórica, muy vinculada a las Cinco Villas. Se trata de Miel amarga, de un buen amigo y compañero de luchas, Emilio Anadón. Publicada hace un año por Ediciones del Cierzo, narra una historia entre biográfica e imaginada, que parte de Cinco Villas, con Manuela y Jacinta haciendo y deshaciendo su vida entre la Guerra Civil y el franquismo. Una delicia.
Los actos de homenaje proliferan, poco a poco, llenan este triste calendario, como el de los 26 anarcosindicalistas de Angüés, que fueron asesinados en Uesca en enero de 1937, o también las exhumaciones de Pomer, en el Aranda, en agosto de 2021, con 17 vecinos que fueron ejecutados. O los que se perdieron y se siguen buscando, tengo muy cercano el caso de el Maestro de Tordelpalo, o la ignonimia del barranco de la Bartolina, con el ADN perdido de un hermano de mi yayo.
Nunca piensas que va a ocurrir algo así. Recuerdo, de joven, un incendio en los montes de Castejón de las Armas. Las llamas impresionaban, era de noche, pero se controló enseguida. Algunos conocidos ya lo habían sufrido sobre su paisaje, el incendio de Majalinos en 2009 o el más lejano de Sarsamarcuello en 2001. La tarde-noche del martes 19 de julio fue terrible, un fuego descontrolado que iba subiendo de Bubierca hacia Monte Nuevo, con un viento que ayudaría a generar varios frentes. Cuando vi la imagen del fuego entrando en Moros, mi corazón empezó a latir de una forma diferente, desgarradora.
En un momento de paranoia y rumores colectivos, la pesadilla de un fuego arrasando todo me devoraba. Pensé que llegaría a la Bigornia, entraría en Armantes, asaltaría todo mi pequeño país. Las evacuaciones, los vídeos, esas imágenes de Ateca como si estuviera llegando el día del Juicio Final. No daba crédito.
El balance es desolador, no voy a ponerme en plan estadista. 14.000 hectáreas, una gran parte del frágil monte de Ateca totalmente aniquilado. La Ascensión, Santiago, San Gregorio, el Val, el despoblado de Manubles, Fuente Oñate, la Torre de los Catalanes, La Mazmorra, Valdeza, Las Cárcamas, Alcocer… Mis recuerdos de infancia, mis paseos, todo lo que soñé y disfruté en un momento de mi vida. No se trata de un espacio protegido ni jamás será reserva de la biosfera, pero el paisaje es un sentimiento y medioambientalmente una necesidad para la gente de la redolada.
Y no he escrito nada sobre las causas, que no son naturales. Así que el duelo se convierte en rabia. Habrá que depurar responsabilidades, la dimensión de lo ocurrido es terrible. Mi Celtiberia ardió, todas hemos perdido un poco en todo esto. ¿Aprenderemos la lección? Lo dudo.
Han pasado dos décadas desde que Zygmunt Bauman publicara su Modernidad líquida, una visión maleable y derretida de la sociedad, a la que un buen número de autores e investigadores se han ido acercando. Es el caso del ensayo que os reseño por aquí. Valencianisme liquid. Una recomendación que me llegó a través de Lorient y que no me pensé ni un momento en comprarlo y leerlo a continuación. Publicado por Edicions Tres i Quatre (@Editorial_3i4), una editorial clásica de la lengua catalana, fundada en 1968 por Eliseu Climent.
El autor es Antoni Rubio i Reverter (@antonirubio), nacido en Esplugues de Llobregat el mismo año que el creador de este blog, en 1978. Criado en Valencia, filólogo, periodista, profesor y por supuesto escritor. En 2007 publica con Héctor Sanjuan un libro sobre el País Valenciano al ritmo de los míticos Obrint Pas.
Una vez es coincidencia, dos es casualidad y tres, la acción del enemigo. Esta frase de película de James Bond, describe a la perfección una de las ideas principales de este ensayo: la imposibilidad de reformar el Estado español, una estrategía en la que anda obsesionada la formación Més-Compromís, la cual va diseccionando el autor a lo largo y ancho de las más de doscientas páginas del ensayo.
En la primera parte del libro se desarrolla un poco la historia y circunstancias del País Valenciano. Un relato triste que queda marcado por la negación permanente de su propia idiosincrasia nacional. El autor combina las tesis de la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross para ir desgranando los argumentos de esta liquidez valencianista. De esta forma se pasa por la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación. Las partes del ensayo giran alrededor de estas etapas psicológicas. El primera capítulo -«País Valencià, la negació permanent»- es la más descriptiva, tratando de identificar «la valencianitat» y siempre con Joan Fuster como referente, en un país complejo, con una división provincial que no ayuda y esa tendencia a imaginar la identidad desde tópicos como la paella, la taronja o el Micalet. Rubio emplea numerosos ejemplos para explicar la renuncia, ahondando en la historia y en el tiempo presente, en la negación de cualquier vínculo con Catalunya y lo catalán. El valencianismo lo ha tenido siempre difícil para plantear una hegemonía política, algo que se complica con una ley electoral que exige un 5% de los votos en una circunscripción para tener representación en las Cortes valencianas. Por supuesto, todos estos obstáculos benefician al españolismo, que en su versión derechista ha campado a sus anchas por la terreta. Corrupción, megalomanía, colonialismo, pancastellanismo. Las señas de identidad del PP, que va desgranando con ejemplos el autor.
El segundo capítulo -«La ira d’una democràcia relativa»- plantea, siguiendo las etapas de Kübler-Ross, que el valencianismo continúa en la negación mientras que el españolismo hace siglos que pasó a la fase de la ira. Un síndrome de Estocolmo que también conocemos perfectamente en Aragón. Infrafinanciación y expolio como ejemplos paradigmáticos de esta situación. Lo que se concreta en un eje ferroviario que no vertebra el país y que incomoda por su ruptura con la España radial. Los ataques contra la lengua catalana también ocupan una parte importante de este capítulo, el divide y vencerás del mundo blaverista. O el odio que hay detrás de todas estas cuestiones y que traspasa todos los límites, como el asesinato de Guillem Agulló o la impunidad de los fascistas del Grup d’Acció Valencianista. Por supuesto, Rubio relaciona y aborda cuestiones como la aplicación del artículo 155 o la Ley Mordaza.
El tercer y cuarto capítulo, «Entre la negociació i la renùncia» y «El votant model del valencianisme» reflexionan sobre las oportunidades que está perdiendo el valencianismo político desde su llegada al poder en 2015. Con sus 19 diputados y el pacto del Botànic. Y aquí llega la liquidez total, con un reformismo insuficiente y poco ambicioso, que ha ido generando renuncias permanentes como el nombre del territorio, de País Valencià a Comunitat Valenciana en los documentos oficiales. Compromís aparece definido como un PSOE un poco radical, que mira demasiado a Madrid y a las políticas progres de Unidas Podemos, sin valentía, con una refundación ideológica peligrosa, en la que el antiguo Bloc también ha participado. El objetivo final se plantea en términos de edulcorar la cuestión nacional.
Una de las partes del capítulo dedicado al votante ideal del valencianismo es especialmente interesante para hacer comparativas, ya que reflexiona sobre el discurso de los partidos y cómo se amoldan a un votante potencial. En este sentido, el autor critica con contundencia las renuncias de Compromís a esa base valencianista fusteriana, para abrirse a un perfil izquierdista hipster, con un valencianismo difuso, más preocupado por los Derechos Humanos o los problemas medioambientales en cualquier parte del mundo, que no en su territorio. Una primavera de alergias extrañas, ya que todo lo que tiene que ver con Catalunya, queda amagado o rechazado. ¿A qué nos suena esta narrativa? A muchas cosas y todas negativas. Por Aragón ya tenemos a CHA y su juego con Más País, el anticatalanismo, la moderación, la falta de valentía, etc.
Los dos últimos capítulos aportan la clave propositiva del ensayo, planteando un «marc mental propi contra la depressió» y la valentía de considerar a los «valencians, els nous catalans». La nueva izquierda española es líquida y plantea su ideología en base a etiquetas descafeinadas (ecosocialismo, nacionalismo light, antifascismo de mínimos, socialdemocracia estática…). Otro de los temas interesantes que aborda el autor es la cuestión de desconectar cualquier relación entre valencianos y catalanes, una «tàctica hispanocèntrica» que se aborda con numerosos ejemplos. Geosinónimos, eufemismos. Anticatalanismo como antivalencianismo. La historia de la eurorregión y sus constantes cambios y vetos. El marco mental invita a todas, no solo lo leemos en clave valenciana. El enemigo lo ha creado y ataca constantemente: menas, antisistema, terroristas, radicales, violentos, lazis, catalanistas, dictadoras de género, feminazis…
En todo caso, la alegría de la lucha siempre es mejor que la depresión de la renuncia, o de rendirse. Así que celebremos este tipo de ensayos, tan frescos, de lectura rápida y que sirven para repensar e inspirar. Por 15 euros. El debate de las Españas o España, las soberanías o soberanía.