Ya ha pasado casi un mes desde el superdomingo electoral, tiempo suficiente para leer, contrastar y tomar en su justa medida los resultados de las urnas. Se van configurando los gobiernos de las diferentes instituciones, de hecho puede pasar de todo, pero muy controladito, aunque todo se resume a tres escenarios: PSOE y Ciudadanos; PSOE y formaciones a su izquierda; o PP y fascistas variados. Hablamos de Aragón. Con el PAR dejándose querer, en una situación que le encanta.
El desastre de las confluencias. Se veía venir, desde hacía muchos meses. La desilusión y los juegos de tronos han despedazado unos apoyos electorales que podían haber sido decisivos en esta legislatura. La institucionalización ha dejado a la izquierda hecha jirones. El ejemplo de Zaragoza con ZeC supone dilapidar un embrión de transformación social, en el que sus responsables no fueron valientes.
Sin poder popular no hay sueño posible. Eso ya lo sabíamos. Ni siquiera a corto plazo, en cuatro años se han desvanecido todos los proyectos, manifiestos e iniciativas del cambio. Toca calle, y reflexión. La derecha tiene clarísimo su programa, y desde hace décadas juega con el viento a favor. La clase trabajadora aragonesa se merece más. Pero esto no se dará gestionando las miserias del sistema.
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