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Tal vez no hayan cambiado demasiado las cosas respecto a las sociedades del conocido como «Antiguo Régimen». Por aquellos paisajes, se desarrollaban tres estamentos, dos privilegiados (los que luchan y dominan, «bellatores»), los que rezan («oratores») y los que trabajan, producen y son el sustento de todo el mundo («laboratores»). Los privilegiados, que eran el 2% de la población, bien mantenidos por el mayoritario 98%.

Releyendo un artículo de Cándido Marquesán («Hacia un capitalismo feudal», El Periódico de Aragón, 07.06.14), parece que la cosa no ha cambiado tanto, por mucha Revolución Francesa y democracia que nos vendan. Ahora tenemos a una élite (financiera, multimillonaria, que vive de sus paraísos fiscales), a un aparato de propaganda que justifica el nuevo régimen (sean economistas o los medios de comunicación de masas), y el resto, el pueblo -sea clase trabajadora, proletarios, clases medias, autónomos-, que mantiene el tinglado para ese 1% de la población. Mientras tanto, los políticos mayordomos jugando a una representatividad falsa. Así estamos, con los viejos lemas que ahora se demonizan. Esto no es una democracia real. Los ricos van ganando, y de goleada.

Recomiendo leer a Antonio Baños, Posteconomía. Hacia un capitalismo feudal.