Hoy como ayer, siempre la misma película. 310 años después. La imposición violenta de la Nueva Planta nos trajo la castellanización política y cultural vía Decreto. Ahora, en junio de 2017, el parlamento aragonés (la supuesta «casa de todos») prohibe usar el aragonés y el catalán en su actividad parlamentaria, con los votos de PP, PSOE, Ciudadanos, y la abstención del PAR. La chulería facha no tiene fin: vigilarán para que la fabla muera, y si pueden todo lo demás (dialectos, modalidades, programas educativos, recursos…). Felipe V estaría orgulloso de ellos.
Mientras tanto, en un mundo paralelo, la buena gente del aragonés anda perdida en discusiones y debates sobre grafías, puestecicos, entornos, oficinas de la lengua, «quítate tú para ponerme yo» y sanseladas varias.
¡Maravilloso país!
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