Las luchas con carácter de masa se desarrollan a partir de la interacción entre maniobras económicas (como en las huelgas) y protestas políticas (como en las luchas contra la guerra y a favor de la Intifada) así como a partir de una lenta transformación del terreno social donde la legitimidad gobernante se erosiona. No hay forma de predecir cuando una lucha limitada (esta huelga, esta manifestación) estallará desde su marginalidad para convertirse en una considerable fuerza social. Es en esta transformación donde el espíritu de espontaneidad aparece. Cuando se produce el estallido, y cuando la protesta se convierte en una fuerza social por derecho propio, personas que no tienen un papel en luchas más pequeñas, se ven atraídas a unirse. Las tendencias prudentes y cautelosas de sectores de las clases populares son arrojadas a la cuneta mientras un nuevo sentimiento romántico invade la protesta. El miedo a unirse a la protesta desaparece y un entusiasmo de ser parte de un nuevo movimiento histórico crece. Es en este ambiente de la «huelga de masas», como decía Rosa Luxemburgo, donde las personas generalmente apolíticas empiezan a inundar las calles contra el viejo régimen, pero no a favor de cualquier otra cosa. Las revueltas se vuelven revolucionarias cuando sectores apolíticos se unen a la lucha, un punto que no puede ser calibrado ni fomentado. Este es el elemento de mística en la lucha política.
VIJAY PRASHAD, «El estado de la revolución árabe», Viento Sur, 129, 2013.